Año 2010, o así, el profesor Eduardo, nos plantea un curioso juego/trabajo en su asignatura “Metodología de diseño” el cual consistía en clasificar productos en base a si eran ¿buen diseño o malo?. Nosotros, pipiolos alumnos de primer curso de Ingeniería de Diseño Industrial y Desarrollo de producto, lo afrontamos con ingenuidad, sin saber muy bien lo que nos esperaba.
Recuerdo perfectamente dos ejemplos que me marcaron. El primero, se trataba de la navaja multiusos, la cual yo presenté todo emocionado como ejemplo de buen diseño. Buenísimo, debí pensar, claro, puesto que vale para todo. Pero, como Eduardo justificó, la navaja multiusos es una mala navaja, un mal destornillador, unas malas tijeras, una mala lima. Es decir, que no soluciona correctamente ninguna necesidad, por lo que es un claro ejemplo de mal diseño.
El segundo ejemplo que me marcó fue ver cómo nos presentaron el boli bic cristal, como clarísimo ejemplo de buen diseño. Y es que, realmente, este ejemplo daría para hablar un capítulo completo. ¿Sabías que su alta calidad de fabricación permite que el bolígrafo escriba de forma continua durante tres kilómetros? ¿Y que cada día se venden 6 millones de bolígrafos BIC Cristal en el mundo? Ahora a ver quién tiene hue*** a decir que no es un buen diseño.
El único cambio en sus 66 años de existencia es que, desde 1991, la capucha tiene un agujero. Este curioso agujero se incorporó para que pueda circular el aire si un niño se la traga, como ha ocurrido en alguna ocasión. Es casi perfecto y es que como posteriormente estudiaría, y convertiría en un mantra en mi trabajo como diseñador, “menos es más”, lo decía el gran Mies Van de Rohe.
Entonces, ¿qué determina si un diseño es bueno o malo? Pues de eso vamos a hablar en este capítulo. Comenzamos.
Primero de todo creo que deberíamos preguntarnos ¿qué es el diseño?. Si nos vamos a la acepción de la RAE, “Es la concepción original de un objeto u obra destinados a la producción en serie”. ¿Sólamente es diseño lo que se produce en serie? Bueno, pues yo creo que no, pero el hecho de que esté marcado en la definición tiene una explicación, y es que la figura del Diseñador Industrial no aparece hasta la Revolución Industrial.
Antes de la revolución, los objetos se creaban de forma artesanal, y era el propio artesano el que realizaba todo el proceso, desde la idea hasta el producto final. Con la llegada de la Revolución Industrial y la producción en serie, se separaron las tareas de concepción de las de construcción y fue así como surgió una necesidad ¿Y quién va a ser el encargado de proyectar o idear ahora este producto para que pueda ser fabricado? Y es así cómo se incorpora la figura del diseñador en el proceso industrial.
Pero, si analizamos el resto de acepciones de la RAE, “diseño también es un proyecto o plan que configura algo”. Así que, en mi opinión, diseño es crear algo, sea un objeto, sea una identidad corporativa, sea un producto digital o un proceso o metodología, que solucione un problema. Básicamente los diseñadores debemos aplicar los principios del diseño para solucionar problemas.
Así que, un diseño será mejor o será peor, en la medida en la que solucione mejor ese problema. Y ya podríamos entrar en el siguiente nivel, que sería, que además, use el menor número de recursos posibles. Aquí ya aparecería un segundo concepto, que es la eficiencia.
El diseño no es arte, y esto es algo que en ocasiones se confunde, y ojo, no tiene nada que ver. El arte es una forma de expresión en la que sacas algo de dentro hacia afuera, sin intervenir mucho, la figura del receptor. El diseño es más bien de afuera hacia adentro, ya que, viene totalmente dictado por la satisfacción de una necesidad existente en la sociedad.
Me gusta decir que el diseño existe para hacer la vida un poco mejor, quizás eso es lo que yo quiera pensar porque me dedico a ello. Puede ser. Para mi es esencial la practicidad, por lo tanto el diseñador debe estar muy cercano a la fabricación y al consumidor.
Por ejemplo, justo ahora estamos desarrollando un proyecto en el Estudio, que pronto podremos mostrar, y al principio le teníamos que explicár al cliente que no podíamos estar alejados de la fase de fabricación. Por mucho que nuestra función fuese la de diseño y no la de fabricación, necesitamos realzar el diseño de la mano del fabricante. Esto es sencillamente porque debemos entender bien cómo se va a fabricar ese producto para optimizar el diseño y conseguir un resultado eficiente. A nuestro cliente le debe salir rentable. Además, mirando al otro lado, debe ofrecer la mejor solución al consumidor para que el producto de nuestro cliente mejore lo existente en el mercado.
Pero bueno, de todo esto, el que de verdad sabe es el ilustre, mítico, leyenda, Dieter Rams, Diseñador Industrial alemán, que trabajó la mayor parte de su vida laboral para la empresa de electrónica de consumo Braun, en concreto desde 1955 hasta 1998, convirtiéndose en uno de sus diseñadores más prestigiosos del mundo. Rams, fue una figura clave en el renacimiento del diseño Funcionalista alemán (la Gute Form) que resultó decisiva en los años 50 y 60, siendo su principio máximo y lema el famoso «menos, pero con mejor ejecución». Se dice, que Dieter Rams fue una gran influencia en la manera de diseñar de Apple, y realmente podemos ver muchas similitudes entre los diseños de la época de Braun y los posteriores de Apple.
Pues bien, el bueno de Dieter, estableció en los años 80 los que él llamó los 10 principios del buen diseño, que todavía hoy sigue siendo un tesoro para muchos, entre los que me incluyo;
Este es el principio que mejor encapsula la filosofía de Rams. No hay que complicar un problema cuando un diseño sencillo puede resolverlo. Como el boli bic, que nos dice que en igualdad de condiciones, las soluciones más simples y con menos supuestos tienen más probabilidades de ser correctas que las complejas. Debemos despojarnos de los elementos innecesarios para quedarnos con la esencia.
Todos estos criterios del buen diseño se pueden emplear perfectamente también en cómo afrontamos nuestras vidas. Usando el principio de menos pero mejor y centrándonos en lo esencial podemos mejorar nuestra toma de decisiones y aprovechar al máximo nuestro tiempo en lo que de verdad nos importa.
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