51. El ego del diseñador, ¿es bueno o malo?
 
 
 

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Hace unas semanas publiqué un tuit que decía, “El problema muchas veces del diseño es que busca impresionar en lugar de enfocarse en el problema a resolver”. Algunas personas respondieron alargando un poco un debate muy interesante.
 
Hoy quiero profundizar un poco más en esto. El ego como problema de diseño que creo que, muchas veces, se puede extrapolar a la vida en general.
 
No te muevas, que te lo cuento ahora.

 

¿El ego es bueno o malo?
Vamos a empezar por el principio, que puede ser obvio, pero ¿qué es el ego exactamente? ¿Es bueno o es malo?
 
Si nos vamos a la definición de la R.A.E. lo primero que me sorprende es que hay dos definiciones:
  • La segunda es la que me esperaba, que dice “Exceso de autoestima”.
  • Pero ojo a la primera: “En el psicoanálisis de Freud, instancia psíquica que se reconoce como yo, parcialmente consciente, que controla la motilidad y media entre los instintos del ello, los ideales del superego y la realidad del mundo exterior.”
Si vamos a la definición base, ya hay una palabra que chirría que es “exceso”. Como siempre, en los excesos está el problema. Hay que cuidar nuestra autoestima, y está claro que es mejor tenerla alta que baja, para muchas cosas en la vida, pero el exceso de esta, a pesar de ser la autoestima algo bueno, como el exceso de beber agua, trae sus problemas.
 
Hay una anécdota que me contó una vez Félix, cliente e interiorista, que si está escuchando esto le mando un abrazo, que decía que alguien una vez le había dicho que:
 
“El día que las casas sean transparentes empezará la gente a invertir más en su interior que en un coche”.
 
Seguro que si te fijas en tu alrededor te viene a la mente algún caso de persona que se identifica con esta frase. No hay que ir muy lejos. Nos gusta impresionar. Nos gusta aparentar. En este mismo caso, el de la arquitectura, es un claro reflejo, porque muchas veces, no digo siempre, obviamente, pero muchas veces el arquitecto o arquitecta busca lucirse con el diseño de una casa para que ese edificio le pueda abrir las puertas a otros nuevos proyectos.
 
Por eso encontramos muchas casas que se gastan cantidades absurdas en una fachada de ladrillos cara-vista, que funcionalmente no tienen otro objetivo que el de satisfacer a los demás, y no a nosotros, que somos los que vamos a vivir dentro de la casa, no fuera observándola.
 
Lo mismo con los coches, ¿cuántas personas prefieren tener un coche de la marca x, aunque esté pelado en el interior? Cuando si lo piensas, la comodidad en la conducción, junto con la seguridad, deberían ser unos de los principales problemas de diseño de un coche.
 
Pero en estos errores caemos todos. Yo el primero. Porque en la sociedad hay una cosa que manda, y manda mucho, en algunos más que en otros, pero en cierta medida a todos nos afecta, y es el estatus.
 
Dale Carnegie y Benjamin Franklin, el ego contra el aprendizaje
Esto ya lo decía Dale Carnegie en su libro “Como ganar amigos e influir sobre las personas” que te he nombrado alguna vez aquí y es un libro que a mi me pareció oro puro, te dejo el link en las notas del capítulo por si quieres echarle un ojo.
 
Dale Carnegie dice que a todos nos gusta que hablen de nosotros mismos, hasta el punto de que la palabra más bonita que le puedes decir a una persona es su nombre. En uno de los capítulos cuenta una anécdota real de Benjamin Franklin.
 
Un día, cuando Benjamin Franklin era un jovenzuelo arrebatado, un anciano amigo suyo, le llevó a un lado y le descargó unas cuantas verdades:
 
«Ben, eres imposible. Tus opiniones son como una bofetada a quien difiera contigo. Tanto es así, que ya a nadie le interesan. Tus amigos van descubriendo que lo pasan mejor si tú no estás. Sabes tanto, que nadie te puede ni quiere decir nada. Por tal razón, es probable que jamás llegues a saber más de lo que sabes ahora, que es muy poco».
 
Uno de los rasgos más hermosos de Franklin fue la forma en la que aceptó esta dolorosa lección. Tenía ya madurez suficiente para saber que debía dar media vuelta. Y lo hizo.
 
«…hasta me prohibí el empleo de aquellas palabras o expresiones que significan una opinión fija, como por cierto, indudablemente, etc., y adopté, en lugar de ellas, creo, entiendo, o imagino que una cosa es así; o a mi me parece por el momento. Cuando alguna persona aseguraba algo que a mi juicio era un error, yo me negaba el placer de contradecirle y, al responder, comenzaba mostrando que en ciertos casos o circunstancias su opinión sería acertada, pero que, en el caso presente me parecía que habría cierta diferencia, etc.
 
Pronto vi que daba sus frutos. Las conversaciones que entablaba eran más agradables. Conseguía más fácilmente que los otros admitieran sus errores y se sumaran a mi opinión cuando era justa.
 
Prueba de ello es todo lo que hizo después en la historia de los EEUU.
 
Pero si nos fijamos en aquella frase que le dijo el anciano, de, “por tal razón, es decir por tu ego, es probable que jamás llegues a saber más de lo que sabes, que es muy poco” nos damos cuenta de que realmente, el ego, puede ser el enemigo del aprendizaje si es desmedido. Es lógico, si tu te crees el centro del mundo y no eres capaz de prestar atención al resto con humildad, te estás perdiendo muchas cosas que podrías aprender de los demás.
 
Piénsalo, ¿tú qué prefieres, estar en una sala en la que eres el más tonto o el más listo?
 
Piensa esto.
 
Lo más probable es que después de saber esto todos respondamos que ser el más tonto para aprender de los demás, y realmente es lo más inteligente, pero a nadie le gusta sentirse el más tonto. Eso es así. Entra en juego el control del ego de nuevo.

 

El ego cuando el diseñador busca impresionar
Si nos vamos ya al aspecto específico del diseño, alargando la reflexión que planteaba en aquel tuit, es cierto que el diseño, muuchas veces, no todas, pero si muchas, busca impresionar.
 
Cuando todos empezamos en este oficio, yo me incluyo por supuesto, el problema es que nuestros primeros proyectos no los valora el cliente. Si lo piensas, en la Universidad, haces proyectos que no van a acabar siendo llevados a la práctica por lo que realmente lo que buscas es la aprobación del profesor. Sacar la mejor nota es el objetivo de diseño. Es un error en cuanto a diseño, pero el sistema te valora así.
 
Después, sales de la Universidad y lo que buscas es tener un buen portafolio, y de nuevo: ¿quién va a valorar si es un buen portafolio o malo? ¿El cliente de esos proyectos? No. La persona de la empresa que vaya a contratarte, por lo que tu objetivo es impresionar a esa persona para conseguir tu objetivo, que no es otro que que te contrate.
 
Todo esto, descubres que es un error cuando trabajas por cuenta propia para clientes, porque ahí, te das cuenta de que un cliente satisfecho es lo que te va a dar más trabajo. ¿Y cómo estará un cliente más satisfecho? En la medida de que seas capaz de solucionar sus problemas de la manera más eficiente posible.
 
No hay más, ese es el verdadero objetivo del diseño. Solucionar los problemas de tus clientes y es más, si son empresas, conseguir que tu trabajo les ayude a generar negocio.
 
Pero realmente, esto a veces se nos olvida. Tenemos que batallar continuamente contra nuestro ego.
 
El diseñador quiere demostrar que es bueno. Muchas veces a otros compañeros del sector. Y esto es lo que lleva muchas veces a que cuando haces una web, por poner un ejemplo, quieres demostrar tu habilidad en el control de la técnica, añades las últimas funcionalidades en cuanto a tecnología que sabes añadir, animaciones, efectos imposibles, etc. Pero, ¿realmente todas estas características técnicas ayudan a tu cliente a solucionar el problema? ¿Nos paramos a pensar en eso?
 
Siendo honestos, muchas veces no. Todo eso lo que busca es impresionar.
 
No te ha pasado que muchas veces entras a una web y te mareas entre tantos efectos, scrolls para un lado, para otro, efectos, animaciones. Pero realmente lo que te seduce de esa web es dejarte sorprender por los efectos, pero cuando llegas al final, no te has enterado de lo que vende. No te ha quedado clara la propuesta de valor. Y te vas. ¿Entonces, para qué cojones sirve todo eso? Solo para impresionar.

 

 
 
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Los problemas del ego en el diseño y la vida
¿Es impresionar un problema de diseño?
 
Claramente, si escuchásemos a Bruno Munari o a Dieter Rams, nos dirían que no. Y es lo verdaderamente sensato.
 
Pero,  ¿hasta qué punto, en un mundo en el que el estatus afecta, en una sociedad consumista y capitalista en la que la competencia es feroz y tu producto o servicio debe destacar entre el resto, hasta qué punto aquí el impresionar no debe ayudar a solucionar un problema de diseño?
 
Yo, en mi opinión, estoy con Munari y Dieter Rams, pero también me planteo la cuestión anterior. El problema es no confundirnos de a quién debe impresionar ese diseño. Si ese diseño impresiona al cliente final y eso ayuda a que la propuesta de valor cale mejor y esa web ayude a generar negocio a tu cliente, entonces sí, tu diseño está solucionando el problema objetivo. Pero si ese impresionar, va dirigido a tus compañeros de sector o a la validación de otra gente que no es cliente de tu diseño, entonces, el diseño no está solucionando el problema, y por tanto, es absurdo.
 
 
Reflexión y cierre final.
El diseño debe solucionar problemas, y si va dirigido a empresas, debe ayudar a generar negocio. Además, cuánto más eficientemente consigas esto, mejor.  Con lo cual, todo lo que se salga de ahí, en mi opinión, no es un problema de diseño.
 
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Esto es todo.
Mil gracias siempre por escucharme.
 
¡Nos vemos pronto!
 

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