23. El eterno debate función VS estética en diseño

 

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Función vs Estética, el eterno debate

Hoy vamos a abrir un melón que considero interesante y que seguro que en algún momento te ha tocado de cerca. Todos compramos productos y consumimos productos, ya sean físicos o digitales y, cómo buen consumidor, lo juzgamos, y lo juzgamos, a grandes rasgos, por dos factores principales que son: la estética y la función. 

A lo largo de la historia, la sociedad se ha empeñado en enfrentar ambos aspectos, estética versus función. Ha sido debate en las mejores barras de bar, en las mejores sobremesas familiares, pero ¿por qué han de ir enfrentados? ¿Es más importante uno que otro? ¿Cuál valoras más realmente a la hora de comprarte un producto? ¿O resulta que depende del producto es más importante uno que otro? 

Bueno, pues hoy vamos a intentar desgranar este melón, e intentar buscar algo de claridad en este aspecto. ¿Estética o función? ¿Qué es más importante? Ahh, si quieres saberlo quédate hasta el final. 

 

Prioridad de estética y función en la historia

Si analizamos la historia del diseño, vemos como la estética y la función han ido copando más importancia alternamente, digamos que el gráfico formaría una onda en la que cada etapa, como en muchas otras cosas, es una respuesta a la etapa anterior, de manera que si en la anterior se había primado la estética sobre la función, en la siguiente es al contrario, y así sucesivamente. 

Empezando por, más o menos, el principio, como ya os he contado algunas veces la historia del diseño y la figura del diseñador, como tal, comienza tras la Primera Revolución Industrial, que se inició en la segunda mitad del s. XVIII. Piensa que hasta ese momento era el artesano el que producía los productos manualmente. Y tras este cambio de época se empiezan a ver las posibilidades que tiene el estandarizar piezas y procesos productivos, para poder producir en serie. Se empieza a pensar a lo grande, en producir para las masas, y con esto, inevitablemente, se deja un poco de lado la estética. La obsesión y el foco en esta época está del lado de la productividad. De la estandarización. 

Esto se vio reflejado en la Exposición de Londres de 1851, llegan las primeras máquinas, y sobre todo los americanos, sorprenden con grandes avances tecnológicos en busca de estandarizar la fabricación. 

Frente a esto, qué sucede, pues que se empieza a cuestionar la producción industrial y como respuesta a esto surge el movimiento de las Arts & Crafts a finales del s.XIX, que supone un regreso a los gremios como único medio para garantizar, decían ellos, la dignidad de los objetos. La honradez. Así que, se recupera de nuevo lo artesanal, los oficios. Aquí aún hay algunas figuras que lo abanderaron, como John Ruskin, que abogaban porque que había que “ajustarse a la finalidad” del objeto, como uno de sus principios. Decía que el diseño de un mueble debía ajustarse a la función y ser práctico. Pero bueno, coetáneamente a este, William Morris empieza a hablar de la belleza, en su libro “The Beauty of Life” en el que afirma, “no tengáis nada en vuestras casas que no sea útil o bello”. 

Esta misma época, va progresivamente desembocando a unas corrientes más estéticas con la llegada del Arte Nouveau, que tiene diferentes nombres, en España corresponde con el Modernismo, y a diferencia de las Arts & Crafts, estos sí que abrazan las ventajas que aporta la fabricación industrial. Pero aprecian mucho más la belleza de la línea, incorporando la ornamentación naturalista y las composiciones asimétricas. En España, una de las figuras más relevantes de este movimiento fue Antonio Gaudí. 

Tras esta etapa, de nuevo un vuelco al debate sobre función vs estética. A principios del s.XX, ya empiezan a surgir figuras que rechazan todo esto de la ornamentación. Una de ellas fue Adolf Loos, que allá por 1908 dijo, “La ornamentación es una fuerza, un trabajo derrochado y, por tanto, es salud malgastada. Siempre ha sido así, pero hoy, esto significa también material malgastado y, en definitiva, capital derrochado.” Peter Behrens fue uno de los primeros en poner en práctica esta teoría. Se le considera el primer diseñador integral, ya que no solo proyecta, sino que piensa el diseño en global, diseñando desde el logotipo de la empresa hasta sus edificios. 

En los años 20, llega la época de la Bauhaus. Es una época de estrechar lazos entre la fabricación industrial y el oficio. Aquí defienden que la artesanía no debe ser un fin, sino un medio. En esta época, sucedió algo curioso y es que, por primera vez, en ese afán de trabajar bajo el funcionalismo, con figuras como Mies Van de Rohe y su famoso lema “menos es más”, acabó convirtiéndose en un movimiento estético. Ellos defendían que la forma debía seguir a la función. La función primaba sobre el resto. Sin embargo, su estilo de diseño fue tan icónico en la época, tenía tanta personalidad, que se acabó convirtiendo en una corriente estética.

La Bauhaus duró poco, ya que fue cerrada por los nazis en el año 1933, y cuando ya parecía que íbamos estrechando lazos, ¿qué creéis que sucedió? Exacto, aparece una corriente contraria, aparece el Art Decó en los años 30, que bebe un poco del antiguo Art Nouveau, y trabaja de nuevo en un proceso de estilización de las formas que descuida, en la mayoría de las ocasiones, la función que tanto se cuida en la Bauhaus. 

Pero aquí yo creo que ya fueron conviviendo paralelamente ambas corrientes y esto, en mayor o menor medida, se ha ido manteniendo hasta día de hoy. Con los remanentes de la Bauhaus, aparece en los años 50 la Escuela de Ulm y el funcionalismo alemán, y marca toda una época con figuras tan representativas como Dieter Rams. Seguramente, en esta época se establecieron muchos de los principios de diseño que aún mantenemos hoy en día. Se simplifica al máximo, pero se entiende que el buen diseño es el que tiene una cierta armonía entre la forma y el uso de un producto.

Paralelamente a esta corriente más funcionalista, también han ido apareciendo otros movimientos que apostaban más por la estética en el diseño descuidando en ocasiones la función. Algunos de los más representativos son el Styling, cuyo origen fue tras la crisis del crack del 29, cuando un grupo de profesionales que provenían del mundo de la publicidad comienzan a primar los argumentos estéticos sobre los funcionales y adoptan la llamada cosmética superficial como el principal argumento de venta. Años después, siguiendo esta corriente aparece el Pop Art, primado por una cultura de consumo en la que se diseñan productos “deseados” y no necesarios. 

Ya con el Styling, es cuando aparece la, en mi opinión, mal-usada etiqueta “de diseño” que se usa para denominar a este tipo de objetos que empiezan a ser icónicos y cuya posesión es un símbolo de modernidad, de progreso y de estatus social. Pero esta etiqueta, en mi opinión, no deja de ser una falacia puesto que todos los objetos son diseñados, todos los objetos necesitan del diseño, desde el más simple cepillo de dientes, y debido a este mal uso y el calado en su sociedad, hoy en día, muchas veces se confunde este término y nos hace confundir a la figura del diseñador como un artista, como una celebritie, como si sólo interviniera la figura del diseñador en este tipo de objetos sofísticados. Cuando no es así. Todo es “de diseño”. La única diferencia es que estos productos, por un tema de marketing, o de prestigio del diseñador, son asociados al lujo y por tanto representan un estatus social elevado.

Pero, ¿qué es el lujo?  Hay un fragmento de Bruno Munari en su libro “Cómo nacen los Objetos”, que ya ha aparecido en algún otro capítulo, que me parece “oro”. De hecho, no lo dejo de repasar con cierta frecuencia porque creo que es bueno recordar muchas de las cosas que ahí se dicen, te lo voy a leer resumido, pero te recomiendo buscarlo, en mis redes mismo lo publiqué, si no quieres buscar el libro, bien, dice así: 

“El lujo es la manifestación de la riqueza incivil que quiere impresionar a quien se ha quedado pobre. Es el triunfo de la apariencia sobre la sustancia. 
El lujo es una necesidad para mucha gente que quiere tener una sensación de dominio sobre los demás. Pero los demás, si son personas civiles, saben que el lujo es ficción, si son ignorantes admirarán y tal vez hasta envidien a quien vive en el lujo. 
Pero, ¿a quién le interesa la admiración de los ignorantes? Quizás a los estúpidos. 
De hecho el lujo es una manifestación de estupidez. Por ejemplo, ¿para qué sirven los grifos de oro si por esos grifos de oro sale un agua contaminada? ¿No sería más inteligente, por ese mismo precio, instalar un depurador de agua y tener unos grifos normales? 
El lujo es por tanto la utilización impropia de materiales costosos sin mejorar sus funciones. Por tanto, es una estupidez.
[…] Antiguamente, el rey y los poderosos se vestían con costosos tejidos y pieles. Cuanto más sumido en la ignorancia se tenía al pueblo, más rodeada de riquezas se mostraba la autoridad. 
[…] El modelo ya no es el lujo y la riqueza, ya no es tanto el tener como el ser (para decirlo con palabras de Erich Fromm). […] Desaparecerán los tronos y los lujosos sillones para los dirigentes impuestos, los decorados especiales para los mandatarios, los estrados de lujo levantados sobre tarimas de caoba, y todo lo que servía para sugestionar. 
En fin, quiero decir que el lujo no es un problema de diseño. “

 
Algunos ejemplos o referentes que nos aclaren dudas

Bien, creo que el relato de Bruno Munari refleja un poco en qué punto estamos ahora con respecto a la estética y la función. Hay aspectos interesantes de los que habla como el sentido de que la estética, cuando simplemente es un elemento de lujo, quizás no tenga sentido y no sea un elemento de diseño. Sí lo es, cuando tiene sentido y aporta una función al objeto. 

A día de hoy, nos encontramos con varias corrientes de diseño conviviendo al mismo tiempo. Por un lado, parece, o queremos pensar, que vamos hacia una corriente en la que prima el minimalismo, el diseño responsable y el ecodiseño. Que se cuestiona las cosas. Que busca un sentido. Pero también es cierto, que sigue habiendo otras corrientes que se alejan de todo esto y apuestan por una estética como cosmética artificial, como lujo en sí.

Si nos vamos a las dos figuras clave de diseñadores contemporáneos que expresan cada una de las dos corrientes. Dieter Rams es el claro abanderado del funcionalismo alemán y en todos sus diseños podemos ver como la forma sigue a la función del producto, que es la que predomina y marca el diseño. 

Por otro lado el diseñador francés Phillipe Starck, es el claro abanderado del diseño estético, de buscar la belleza por encima de la función. El ejemplo más obvio es el exprimidor Juicy Salif, diseñado por Starck para la marca italiana Alessi en 1990. Si no sabes de qué te estoy hablando estoy casi seguro de que cuando lo veas te será familiar. Se trata de una pieza metálica que se asemeja a la forma de una araña. El objeto es escultural, más cercano al arte que al diseño, ya que no funciona para su uso principal, exprimir una naranja o un limón. El zumo se cae por todos lados, el ácido de la naranja termina dañando el material, en fin, que para exprimir lo que se dice exprimir, no funciona. Entonces, ¿por qué la gente lo sigue comprando? ¿Por qué se ha convertido en un icono? Pues porque obviamente no es un exprimidor como tal, sino que se ha convertido en un objeto de decoración, en algo más escultórico y ligado al arte que al diseño. Al menos para mi, no es diseño, ya que no cumple la función principal, no resuelve el problema para el que fue originariamente creado, que es exprimir. Y seguramente, si en vez de Phillipe Starck, lo hubiese diseñado cualquier otro diseñador que no tuviese la notoriedad de este, habría quedado en el olvido. Así que, ni siquiera la belleza ha sido el principal argumento de su éxito, sino el artista detrás de la obra. 

Juicy Salif, de Phillipe Starck

El propio Starck, decía en una entrevista que “La belleza no significa nada. Hoy, lo bello es rosa; en seis meses, será lo verde. El estilo del mañana será la libertad y el reconocimiento de la diferencia. Debemos reemplazar la palabra “belleza” por la palabra “bueno”. 

No le quito razón a esta frase, y de hecho reconozco que también ha hecho muy buenos trabajos de diseño a lo largo de su carrera, pero hemos de reconocer que en concreto este, y algún otro, se contradice con su propia frase. Años después, en esta misma entrevista, reconocía que su exprimidor no estaba hecho para exprimir limones, sino para iniciar conversaciones. Aunque tengo mis dudas de si realmente lo creo con ese fin, o lo dice viendo el resultado. 

En cambio el exprimidor Braun Citromatic, diseñado por Dieter Rams en 1970, todavía se sigue vendiendo a día de hoy sin apenas variar su diseño, y se sigue vendiendo para lo que viene siendo un exprimidor, es decir, exprimir. Así que, su estética podrá gustarte más, o menos, pero no estará tan mal cuando sigue funcionando en el mercado 51 años después. 

Dieter Rams, Jürgen Greubel & Gabriel Lluelles, Citromatic MPZ 2, 1972.  Germany. Re-issued by Braun in 1994 with calmer gearing… | Braun design, Dieter  rams, Design
Citromatic, de Dieter Rams

 

Mi conclusión y opinión personal

No vamos a obviar que la belleza es un valor muy importante en cualquier producto que debe comunicarse con el usuario. Para mi aquí está la clave, si el producto debe comunicarse, la belleza es una función tan importante como otras en el producto. Seríamos hipócritas si no lo reconociéramos, ya que, en nuestra vida diaria, si vas a comprarte un producto tan simple como un cepillo de dientes, imagina que tienes dos opciones que están al mismo precio y ambos satisfacen por igual tus necesidades funcionales, ¿cuál comprarías? Obviamente el que te parezca más bello. 

Para mi, el debate no tiene sentido. No hay debate entre si es más importante la estética o la función. Ambas dos lo son. Para mi, de hecho, la belleza es una función del diseño y, además, muy importante. 

Imaginemos dos ejemplos extremos. Un producto cumple perfectamente su función, su diseño funcional es impecable, su precio es competitivo, pero estéticamente es un desastre. ¿Es entonces un buen diseño? Bueno, pues aquí entraríamos en dos casos, ¿ese producto ha de comunicarse con el usuario? ¿Este producto ha de ser vendido al usuario final? Si ambas respuestas son no, como puede ser un mecanismo o elemento que no vemos en un producto, en ese caso, es un buen diseño. Ahora bien, si la respuesta a las preguntas anteriores es sí, para mí este producto será un mal diseño. Imagina una prenda de ropa, está claro que su función principal es la de cubrir nuestro cuerpo, vestirnos. Pero otra función importante, de hecho muy importante en el caso de la ropa, es la de expresarnos. Definir nuestra identidad. Por ello, la estética es un aspecto muy importante. Lo mismo sucede con un mueble. Imaginemos una silla, su función principal será la de poder sentarnos cómodamente, pero también es un elemento decorativo. Debe transmitirnos ciertas sensaciones positivas en nuestro hogar. Lo mismo sucede con un producto digital, imaginemos una app o una web, si funciona muy bien pero la estética está mal trabajada, vas a huír de ella. Por lo que no cumplirá su función principal. 

Pero qué ocurre, que la belleza es subjetiva, lo que para uno es bello, lo que a uno le atrae, a otro le puede transmitir lo contrario. Como decía Francis Bacon, “la belleza está en los ojos del que mira”

Se han realizado algunos estudios científicos para determinar cómo reacciona nuestro cerebro ante la estética y qué determina que algo sea bello. La belleza se aprecia como un placer para el cerebro. Está demostrado que las formas curvas, simétricas y que mantienen la proporción áurea, por ejemplo, se perciben como más bellas. Además, una de las conclusiones más interesantes que se determinó a raíz de diferentes estudios, afirmaba que los objetos eran percibidos de manera más placentera cuanto más simples eran de procesar. La belleza queda reflejada en uno de los centros del placer del cerebro y es una reacción que se produce en apenas milésimas de segundo. Es por ello que es adictivo y de ahí que busquemos continuamente la belleza en nuestra vida cotidiana. 

Como bien decía Phillipe Starck, hoy es lo rosa, mañana lo verde, por lo cual, para mí no es una buena opción buscar la belleza en las modas, en las tendencias. Sucede lo mismo que con el lujo, ambas cosas me parecen algo superficial que no es un problema del diseño. La belleza no debe ser un elemento ornamentativo, no debe ser un elemento que no aporte. Debe ser algo sustancial. La función de la belleza debe ser la de conectar, transmitir, atraer, pero podemos lograrla sin dejarnos guíar por elementos temporales que, en muchos casos, dictan las masas sin ser necesariamente lo más bello. Para mí es un error porque convierte a un diseño en efímero, por lo tanto, ya no va a ser sostenible. 

Dejemos ya el debate función vs estética. Abracemos ambas cosas con sentido. 

Como decía Bruno Munari, “Lo «bello» es la consecuencia de lo «justo». Un proyecto exacto da un objeto bello.

Y nada más. Esto ha sido todo. Cuéntame tu opinión, si sueles priorizar la estética y la función a la hora de elegir un producto u otro, así debatimos y seguro que todos aprendemos. Como siempre, si te ha gustado, te ánimo a que te suscribas en la plataforma, que lo escuches y lo compartas, que compartir es vivir. Si no te ha gustado, pues no. Si quieres profundizar más, te dejo links de referencia en las notas del capítulo de mi web ignacioberges.com

Mil gracias siempre por escucharme.
¡Nos vemos pronto!

P.D: Gracias por escucharme/leerme. Puedes conocer mis empresas Estudio Iber y Flip&Flip. Puedes hablar conmigo y ver mi día a día en Instagram o Twitter. De vez en cuando, comparto breves ideas sobre diseño y emprendimiento y algunas estadísticas de mis proyectos. Si quieres que te avise para no perderte ningún episodio puedes suscribirte aquí.

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